LLEGADA A ANCHORAGE(ALASKA).

La llegada a Anchorage fue la primera anécdota del viaje. Estábamos muy cansados después de tantas horas de avión y de espera, así que soñábamos con una ducha y una cama para descansar. Decidimos coger un taxi. El taxista era un paquistaní que había estado viviendo una temporada en Las Vegas y llevaba tan solo dos meses en Anchorage. Le dimos la dirección de nuestro hotel y empezó a hacer llamadas telefónicas para preguntar por donde tenía que ir, así que el tío, ni corto ni perezoso, nos soltó en el primer hotel que nos encontramos y ¡ancha es castilla!, nos cobró 20 dolares y se largó diciéndonos que ese era el lugar. Entramos y la chica de recepción puso cara de póker cuando le preguntamos por nuestra habitación. Estábamos justo a la otra punta de nuestro alojamiento, menos mal que se enrolló y nos dió un mapa donde con flechas nos explicó como podíamos llegar, y añadió un número de teléfono de contacto por si nos perdíamos. Durante el trayecto me acordé del paquistaní tropecientas veces, porque no os podeis imaginar lo que es arrastrar 50 kilos de peso durante un par de kilómetros y sin taxis a la vista. Gracias a unos lugareños avispados pudimos encontrar el lugar. Era un bed and Breakfast; una casita preciosa en las afueras de Anchorage donde nos dejaron las llaves colgadas en la puerta con nuestro nombre y las indicaciones correspondientes para llegar a la Australia room, nuestra habitación. La dueña nos invitaba incluso a abrir la nevera y tomar leche, café, zumo...nos sentimos como en casa en este sitio y os pongo unas fotos. Los zapatos se dejan en la puerta aquí por costumbre y por higiene, sobre todo porque en invierno se hace un aguachirri si se entra con los de la calle a casa. Espero poder sacar un poco de tiempo para contaros más cosas mañana, ¡no paro!.


Pd. Muchas gracias por todos vuestros comentarios, disfruto leyéndolos y perdonar que no pueda individualizar pero voy como una flecha por este pueblo, ya ireis viendo. Un abrazo.